viernes, 15 de junio de 2012

ADELANTE Y HACIA ATRAS (XIII)


                                                ADELANTE Y HACIA ATRÁS (XIII)
Tal vez consideremos como natural que en tiempos del  absolutismo a ultranza -quiérase o nó, lo fue la desastrosa época que se extendió a todo el reinado de Fernando VII (sin mejorar la anterior y posterior)- en la cual se sucedían y contradecían las Reales Ordenes tocantes a variados negocios y asuntos nacionales, tras la sancionada por el mismo Rey el 1 de Enero de 1825 le siguió  la que con fecha 1 de Enero de 1825 tendía a la rehabilitación de la Mina que, curiosamente, la anterior, explícitamente, no permitía su “enajenación ni arriendo”.
Abundando en nuestro aserto, nos encontramos en el artículo Nº 36 y último de esa R.O.  que, extractado, determina:
“La Dirección Gral de Rentas, empleará toda su energía y celo en la más pronta y exácta ejecución de todas y cada una de las providencias que anteceden….y, resolviendo por sí, ó consultando cualquier dificultad que se oponga al más pronto fomento de las Minas de cobre de Rio Tinto y al designio propuesto por S.M.de continuar y perpetuar esta negociación con utilidad de las mismas.
Lo que comunico a V.SS. de Real Orden para su inteligencia y puntual cumplimiento.
Palacio, 1 de Enero de 1825.- Luis López Ballesteros”

“Pero el Gobierno de S.M. convencióse  al fin, aunque tarde (apostilla Elhuyar)  de la infructuosidad  de los intereses invertidos en restablecer aquella inestimable joya y la incapacidad de sus delegados y sin esperar los resultados de otra paralización en los trabajos, publicose la Real Orden de 6 de Diciembre de 1827 mandando se procediese a la subasta, en arrendamiento de las Reales Minas de Rio Tinto”

Con la posibilidad que el siguiente comentario pueda ser, en la actualidad, más o menos compartido, lo transcribimos porque fue una reflexión del mismo Elhuyar, derivada de su dilatada experiencia minera:

“No son , pues, las minas empresas en que los gobiernos deban ocuparse tomándolas a su cargo; deben ser, como en los demás ramos de la industria, objeto de especulación  para particulares, de cuyo interés, diligencia y dedicación de gruesos y pequeños capitales se puede únicamente esperar lleguen a multiplicarse como conviene, y a trabajarse con la economía que requieren,”

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