jueves, 21 de junio de 2012

AÑOS DE ESPERA (XX)


                                                               AÑOS DE ESPERA (XX)

Tras el término del contrato con Remisa, Rio Tinto, parece ser (no lo tengo documentando) entró en un período de producción menos personalista en la que la Compañía de los Planes, también participada por D. Gaspar, continuó en el negocio minero pero entró en el escenario del mismo,  el cura Mariano de la Cerda, Párroco de las Minas desde 1839, que se nos dice en tratados muy apreciados, sostenía amistosas y fuertes relaciones con las autoridades de Hacienda, en Madrid y, contando con privilegiados favores se hizo con un contrato, en 1850, argumentando la eficacia de un denominado “proceso electroquímico”. (¿?) Por los motivos que fueren, llegaron tiempos de inevitables  litigios -(Han faltado alguna vez en Rio Tinto?)- que se prolongaron hasta 1854 pero que, como ya se dijo,  renuncio a comentar, por ahora, toda vez que no hallo documentación que aporte veracidad y consistencia al relato.

No obstante, sí queda claro que la desidia de las autoridades de Madrid, trasladada a las Minas de Rio Tinto, nunca justificada pero algo mitigada, podría encontrarse entre otras, por el “baile” de tantos Presidentes de Gobierno (41, salvo error) que tuvo la inestable política de la época Isabelina y en los muy  pocos acertados sucesos que en ella tuvieron lugar. Eran años en los que la nación se debatía entre pronunciamientos militares, reñidos debates de políticos, bélicos enfrentamientos en el interior de la piel de toro y añadidos los  internacionales, tales como en 1858, expedición de castigo contra Cochinchina (Vietnam);  guerra contra Marruecos (1859); bombardeo de la flota sobre El Callao (1866); etc.
Entiendo, -y es personal opinión- no podía ser próspera una nación que se desangraba en tal medida contando con recursos limitados. Lejanas quedaban las colonias americanas que remitían el efectivo tan necesario al Erario Público de la península, no siempre bien administrado.  Los virreinatos, desde 1821, habían terminado.

Aún tardaría un tiempo, no demasiado, en que el Estado cayese en la cuenta de, al igual que las familias venidas a menos y con reducidas reservas económicas, recurrían al olvidado cofre de la abuela donde, desde antiguo, se guardaban las joyas que, precisamente por añejas y desplazadas por la moda, permanecían algo olvidadas…..!Ay, Rio Tinto, que bien nos vienes¡

¿Qué puede suponer una espera de 5 ó hasta 10 años  -dentro del  siglo XIX- para algo que pacientemente cumple, como “nuestra Mina”, cinco o seis centenas  de existencia?

Se desgranaban los tiempos de aletargada espera y  la Cuenca Minera, como en otros sectores toda España, padecían el desmoronamiento de sus esperanzas en  un resurgir estable y pacífico,  con posibilidades de contribuir a ello, siendo poseedora, además, de insospechado potencial económico.
Meditando sobre la situación planteada y haciéndolo hoy,  bien desde el mirador del Cerro Colorado  ó desde el antiguo campo de las teleras, en Nerva, no es posible evitar comparar dicha reflexión, admitiendo un componente muy similar con el versículo 1,9 del Eclesiastés donde, con irrefutable sentencia, señala: “No hay nada nuevo bajo el sol”

Pero las hojas del calendario son volátiles…..

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