jueves, 14 de junio de 2012

ENTRE EL REY DE COPAS Y EL DESEADO (X)



                                Entre el rey de copas y el deseado (X)
                        
Años de letargo habían cubierto el período de 1811 a 1813, figurándonos fuese un “quiero y no puedo” producido por el estado de guerra en que se hallaba sumida gran parte de la nación y muy particularmente, la región andaluza.
El intruso José I, (“Rey de copas” ó, si se prefiere, “Pepe Botella”, indistintamente y así motejado por los españoles) tuvo intenciones de “democratizar” al país y asentar un gobierno estable que, en el caso de Rio Tinto, era muy deseable si se hubiesen instalado en la Real Hacienda individuos pragmáticos, competentes y de abierta mentalidad para acometer con eficacia el laboreo minero. No fue así y, abandonados los  intentos  de permanencia en el trono, por el resultado de la guerra desfavorable a las armas francesas, el  Bonaparte marchó de Madrid camino de San Sebastián para alcanzar la frontera.
 Comentario personal: (Mucho debieron pesarle sus bolsillos como para no poder cargar con obras de arte y joyas que tras él quedaron.  Buen provecho, de gran parte de ellas pasarían más tarde, a la propiedad de “nuestro aliado” el Duque de Wellington….)
Regresaba a España en 1813 “El Deseado”, Don Fernando VII, el Rey felón en quienes estaban puestas las esperanzas de aquellos que en Rio Tinto anhelaban los beneficios de la paz y ya invocaron las autoridades de Hacienda el 30 de Marzo de 1802, como se expresaba en el anterior capítulo VIII, pero las abrigadas ilusiones no tardarían en quedar frustradas al conocer que una de las más inmediatas disposiciones de S.M. fue abolir la Constitución elaborada en Cádiz en 1812 (“La Pepa”) e instaurar el régimen absolutista impuesto por sus antecesores. Por tanto, en lo tocante a Rio Tinto, quedó  congelada cualquier medida de rehabilitación.
Al margen del nuevo régimen que se instauraba en España, es significativo  un hecho acaecido el 28 de Octubre de 1818 en las decadentes Minas, que no dejaría de influir en su ulterior gestión al dividirse, por primera vez, el poder facultativo del administrativo, reforma de valía si hubiese sido acompañada del acierto en la elección de personas a quienes se encargaba la regeneración científica y económica de Rio Tinto. Fueron:
Director Facultativo, Juez Ordinario y Conservador jefe del Establectº, D. José Miaja y Pingarron; Don José Martinez Marcos, Oficial Aux. agregado a la Contaduría; quedando Letona con el cargo exclusivo de Administrador. (Según Rua Figueroa, ninguno de los electos, en lo tocante, al menos en las labores subterráneas, descollaron por su inteligencia).

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