sábado, 30 de junio de 2012

INICIOS DE LA COLONIA (XXVIII)

 Posiblemente, Mr. Matheson fuese contrario (como nos lo describen  en parte de sus distintas biografías) a la política conservadora inglesa,  siempre inclinada a favorecer el  colonialismo prevalente en su país desde el siglo XVIII y significativamente en el  XIX, con la defensa a ultranza, de políticos, entre otros,  como  Benjamin Disraeli, Henry Palmerston, etc. y no pudiendo prever que al atraer las Minas considerable parte de ciudadanos británicos que se establecían en ellas con sus familias, era normal que al ir creciendo la pequeña comunidad, algo automarginada, fuera del horario de trabajo, ya por lengua, carácter, costumbres y hasta de religión, tendiese a la unidad entre sus miembros encontrando y siéndose más cómoda en los puntos en los que coincidían.

Fuese o nó consciente del sistema imperialista, era inevitable que tras el regular funcionamiento del ferrocarril y muelle, la Compañía y, a su cabeza el Presidente,(quizás ajeno a ello y absorto en la marcha del negocio minero) proyectasen la construcción de viviendas destinadas  a los técnicos y obreros emigrados para un indeterminado tiempo de  asentamiento, según contrato, pero  necesarios en los primeros tiempos de la explotación. El paisaje del entorno minero iba cambiando al adicionarle las casas de Marin, Naya, San Dionisio y  Mendez Núñez, en el mismo pueblo, hasta que años más tarde (1882 ?) se iniciaron las viviendas de Bella Vista.

Entretando se construyesen esas casas, los primeros empleados británicos (en gran parte escoceses) debieron alojarse, como huéspedes, en viviendas del antiguo pueblo que, habitualmente, por la antigüedad que podemos comprobar en el escrito adjunto, -datado en Rio Tinto en 1851-,  se prestaban a  ínfimas comodidades, semejantes a las que “disfrutaba” la clase obrera en Inglaterra en torno a las minas de carbón explotadas a principios de la Revolución Industrial.

Fue en una habitación de la vivienda en que se alojaba, separada por una cortina de la pieza principal, donde le sorprendió a Alexander Hill (cuya copia de su escrito manual, nos llegó) el día 9 de Diciembre de 1875 el terrible y quizás más horroroso accidente, primero del que tenemos noticia, acaecido en la falda del Cerro Salomón, donde entonces se trabajaba en lo que conoceríamos como Corta Sur ó Corta del Pueblo.
En la fría mañana de aquel invierno, esperaban la hora de comenzar el trabajo, una indeterminada cantidad de personas, hombres, mujeres y niños, calentándose alrededor de una hoguera. Llegó un individuo, tratando de hacerse con un sitio adecuado para solazarse en el fuego, a su espalda portaba un “esportón” con dinamita, para atacar barrenos, cuando surgió, entre él y los que allí permanecían una fuerte discusión, con tan desgraciada suerte de caer portador y material en la hoguera. El resultado es fácil de entender.
Todavía hoy, quien acometa un trabajo sobre los accidentes ocurridos en Rio Tinto, hallará en el libro de defunciones del Registro Civil, en el Juzgado, las consecuencias del macabro espectáculo que encontró, In situ,  el Juez de Instrucción de Valverde, al hacerse cargo del sumario. Algunos cadáveres ni siquiera pudieron ser identificados y así consta en las Actas que se levantaron en ese luctuoso día.
El recién inaugurado ferrocarril, sería vehículo fúnebre para el traslado de numerosos accidentes que se sucederían en las Minas e incluso protagonista, también, con propios descarrilos en el futuro.

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