sábado, 12 de enero de 2013

LA CAPILLA PRESBITERIANA (4)

                                                                                                                          
                                                                                                                    
 Tras siete años ausente de España, el Rvd. Jameson regresaba a ella  elegido por una  Sociedad cuyas actividades no eran tan pías, aunque sí legales, como con la que ya en aquel lejano 1869 puso sus pies en Madrid.
En 1901 le había contratado una de las más importantes Compañías mineras de entonces, llamada “The Rio Tinto Company Ltd”, con la finalidad de que atendiese las necesidades espirituales de sus empleados británicos radicados en las minas, como Capellán, haciéndole cargo de los deberes que conllevaba el empleo, por un atractivo salario anual de £300, equivalente al contravalor de Ptas. 10.434 = 34,78/£. A ello se le añadirían los beneficios inherentes del “Privilege Fund”, aparte de asignarle la vivienda Nº 14, gratis, de la Barriada de Bella Vista, muy a mano de la cercana Iglesia Presbiteriana donde debería impartir los cultos propios de la comunión protestante.
Tal vez no sea desacertado deducir que, aún con 59 años, de los que algo más de la mitad había transcurrido en Madrid, (1869/1894) fueron suficientes para dejarle una impronta de afecto a la tierra que marcaría, indeleblemente, su carácter. Posiblemente algo tuvo que influir la calidez del clima, tan contrario al de su insular naturaleza, pero también, determinante, el afán de continuidad de la misión evangélica, en tierra extranjera, que nunca abandonó.
Natural pues, le acompañara su esposa, la bonita escocesa cuya fisonomía podemos contemplar en el retrato familiar donde, gráficamente, ofrece una viva mirada que, imaginamos, conservó a pesar del tiempo transcurrido desde su toma en 1875 (*)  El matrimonio debió llegar a Rio Tinto, sin ninguno de los tres hijos, ya independientes.  En tanto la mayor, Jeanie Gray, estaba dedicada a una misión religiosa en India (parece que la ejercía adoctrinando en el “purdah” espacio reservado en la casa, sólo para mujeres); John Wilson, era o estudiaba ingeniería naval y Marion Blanche se empleaba en un Hospital. Estos dos últimos permanecían en Inglaterra.
El desolador paisaje, con ausencia de vegetación, que encontrarían en Rio Tinto, (secuela de las célebres “teleras”) ofrecía fuerte contraste con el verdor de las tierras y montañas escocesas, dejado atrás. No obstante, un pequeño terreno delante de la casa, invitaba a la plantación de arbustos que hicieran más grata, en el futuro,  la habitabilidad de la ventilada y amplia vivienda que habría de ser su hogar en Bella Vista, indudablemente mejor, de la que otros de sus compatriotas ocupaban en la calle Mendez Núñez, de Rio Tinto Pueblo ó en la Barriada de San Dionisio.
La perspectiva humana que le era dada analizar de su grey, bien desde el nivel del presbiterio ó en las visitas a las casas de sus distintos compatriotas, le proporcionaban idea de la diferencia que mediaba entre la compleja sociedad extranjera, entre sí, incluso de la autóctona, compuesta por nativos junto a inmigrantes procedentes de variados puntos de España y Portugal y a la que, por otro lado, estaba inclinado a un acercamiento por interés de captación espiritual.
(*) Fecha en la que fue conseguida a la entrada de la casa familiar, llamada Dunvorist, -que aún existe- en Perth-

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